Con ímpetu muchos dijeron que postularían su nombre para ser el próximo alcalde de Cartagena, pero pasan las semanas y a días que se cierren las inscripciones el panorama se va despejando.

Aunque no falta el partido que se suma al arrebato de uno y termina respaldando una candidatura que se sabe solo es un negocio para pedir dinero a quien vaya primero.
Sabemos que la metáfora del orín podría ser grotesca, y pedimos excusas de antemano por ellos, pero así son considerados en algunos sectores estos aspirantes.
La lista es larga, pero nos enfocaremos en unos cuantos. El primero es José Luis Osorio, un profesor involucrado en un supuesto entramado de corrupción en Medellín donde fue funcionario de la alcaldía. Este aspirante trató con la campaña de Gustavo Petro impulsar su nombre para ganar reconocimiento.
La primera dificultad la tuvo cuando el senador que apoyó y que le ha garantizado la burocracia a él para su precandidatura, estuvo involucrado en un escándalo con prostitutas e insultos a policías mientras estaba ebrio a las afueras del Hotel Caribe. A los días la trabajadora sexual dijo que el senador Alex Flórez la recogió en una camioneta en la Torre del Reloj, donde ella ofrece sus servicios.
A Osorio se le vio repartiendo publicidad con su nombre y rostro, ha tratado de repetir el modelo de William Dau de atacar a políticos, pero ni así ha logrado calar entre la ciudadanía, sigue siendo una gota de orín en las playas de Cartagena a quien además se le cuestiona por su apoyo al hijo de ‘La Gata’, Enilce López, como se mostró en una foto donde están juntos en campaña.
En la lista sigue Jacqueline Perea, famosa por incluso tumbar varios funcionarios de Dau, una muy buena labor de control y verificación ciudadana, pero su actitud “popular y chabacana”, -según dicen expertos políticos- le restó rigor a la hora de convertirse en una verdadera opción para ser una candidata de peso y posibilidad de poder.
Perea se ha dedicado a recorrer barrios y decir que es una mujer que sí tiene los pantalones para gobernar la ciudad, pero no convence. Mientras, se le ve conduciendo una camioneta que podría tener un costo de unos 300 o 400 millones de pesos en sus videos; se cambia el look de cabello corto como el Robin Wrigth de la serie House Of Cards, quien es malvada, por cierto, al de Kerry Washington de Scandal; y ni hablar de su desesperada intención de cazar peleas con todo el candidato que le puede representar un beneficio económico, llámese Judith Pinedo, William García o Dumek Turbay.
Hay más nombres, por ejemplo, Nausicrate Pérez, no hay mucho que decir porque no es que haga mucho, eligió como discurso la lucha contra las empresas de servicios públicos, pero a la fecha no se percata que la ciudanía espera otras cosas. En algún momento su imagen en redes sociales mejoró gracias a un diseño fresco y menos tosco que el que venía manejando, pero no fue suficiente. Simplemente ha desaparecido y no representa ninguna opción. Nada más que decir de este personaje.
Y si Nausicrate está mal, Rey Tovar es un buen pintor cunetas y paredes viejas, en vez de embellecer la ciudad, se dedicó con el paupérrimo impulso que tomó a deteriorar las calles donde puso su nombre, cual politiquero de los años 80 o 90 que no entiende que el mundo es otro.
Ni hablar de lo que dicen en los corrillos políticos de él. Se habla de que presuntamente recibía dinero de funcionarios a los que ahora cuestiona, de eso no hay evidencia por el momento, pero se rumora sobre un audio que fue grabado por el asistente de un político de la pasada administración. Hay dudas de sus supuestas extorsiones a personas del gobierno distrital y departamental, lo que hace pensar que hoy simula ser honesto.
Por último, aunque es una gota de orín con algo de color, la otra que está a punto de desaparecer y entrar a esta lista es Yolanda Wong, no profundizaremos en su particular caso porque esperamos darle un poco más de tiempo, pero por el camino que va podría quedar rodeada de agua salada.